Conexiones Ministeriales entre Honduras y el PacNWC
By Esau Del Arca, Lead Pastor of Iglesia Esperanza Viva in Kent, WA
(scroll down for English)
Honduras es un país en el que siempre quise vivir. El país que me vio nacer natural y espiritualmente. Aun cuando me case con mi esposa, Erín, una mujer de origen estadounidense, hace 15 años, ambos estábamos de acuerdo en que viviríamos en ese país. Nunca tuve la intención, ni el más mínimo deseo de vivir en otro lugar.
Llegue a los Estados Unidos cuando estaba aún estudiando para ser pastor. Teníamos en mente mi esposa y yo regresar pronto y trabajar como pastores en Honduras. Yo había crecido ayudando a mis padres en el ministerio de la plantación de iglesias donde tuve muchas buenas y duras experiencias que me marcaron y animaron a servir y vivir de esa misma manera. Era fantástico ver como Dios nos respaldaba como familia, aun pasando muchos sufrimientos, el ver como las iglesias se iban plantando y desarrollando me daban vida.
Salí de honduras y había casi 300 iglesias plantadas, afiliadas con el ministerio de mis padres. Por eso mi mente y corazón se enfocaban todo el tiempo, apasionadamente, en regresar. Sin embargo, Dios tuvo otro plan para nuestras vidas: el ministrar entre las personas de habla hispana en el estado de Washington. Sin embargo, nuestro amor por el ministerio en Honduras no se disminuyó.
Pastorear en un país como honduras tiene sus grandes beneficios pero también sus grandes desafíos. Es un país con un muy alto porcentaje de creyentes en Dios, pero aun así, se tiene que lidiar con grandes limitaciones económicas, pues es un lugar con mucha pobreza. Es por eso que la mayoría de los pastores en un 95% son vi-vocacionales. Algunos de ellos tienen que acostumbrar a vivir en extrema pobreza. Hay algunos que aun viviendo en la ciudad no tienen como transportarse por sí solos. Tienen que depender de viajar en el transporte público, en bicicleta o a pie. Más triste aun es cuando se va a las áreas rurales o montañas. Hay cero o mínimo acceso a medicina, y todos expuestos a morir asesinado por los peligros al caminar horas y horas de noche para predicar.
A algunos pastores amigos, con los que tuve la oportunidad de estudiar los han matado saliendo de sus iglesias y sin ningún motivo alguno. Recuerdo a un pastor amigo mío, llamado Rommel Róbelo, quien durante una de mis visitas a la ciudad de La Estancia, departamento de Olancho, uno de los áreas más peligrosos de Honduras. El me comentó lo difícil que era pastorear las iglesias que él tenía a su cargo; en especial una que estaba en el pueblo cerca de esa ciudad porque se regresaba en medio de la oscuridad y se encontraba a la gente asesina. Estos individuos no le dan ningún valor a la vida y por supuesto no tienen temor alguno de Dios. Él me dijo, probablemente no te vuelva a ver una próxima vez. Y así fue. Habían pasado unas dos semanas de mi regreso a casa, cuando me avisaron que lo habían matado camino a su casa saliendo de la iglesia.
Admiro el valor y amor al Señor y al ministerio de estos siervos. Aunque el peligro siempre está en todo lugar, sé que en algunos lugares más que en otros. Aparte de orar, es muy poco lo que podemos nosotros hacer, pero nos queda el consuelo y la paz de saber que, pase lo que pase, Dios está con sus hijos y al control de todo.
En Honduras hay muchas necesidades ministeriales, pero hay una necesidad en particular que vemos como urgente en este ambiente. Estudiar para estos pastores no es nada fácil por la falta de recursos económicos. Los que lo pueden hacer, lo logran con muchas dificultades. Luego, terminan pero no continúan creciendo o superándose en esto por todas las dificultades que lo hacen muy difícil; mucho más de lo que nos imaginamos. Por ejemplo, es un reto planear una conferencia o seminario por los grandes costos. Salir y pagar un transporte, hotel, y asistir una clase para poder convivir con otros pastores y fortalecer sus conocimientos es muy complicado.
Por esa falta de preparación, se dificulta tener y mantener un ambiente de salud pastoral, familiar y eclesiástica, pues prácticamente los pastores están aislados, luchando solos.
Guardo un gran amor, muy buenos amigos, hermanos en Cristo y un grande deseo de poder ayudar en el futuro en Honduras, si Dios me lo permite, por medio de recursos que provean los medios para fortalecer el conocimiento y así la salud ministerial y personal de estos pastores.
Si Dios lo permite, nuestra familia estará haciendo un viaje a Honduras, este verano, para visitar a algunas iglesias y animar a los pastores y líderes en su caminar espiritual y en su liderazgo. Damos gloria a Dios por la unidad de las iglesias a nivel mundial. Es bueno recordar que en ambas países servimos a un mismo Dios y nos podemos apoyar los unos a los otros. Pedimos oración por las personas en ministerio en Honduras, y para que Dios nos ayude a ser sensitivos a las necesidades de nuestros colegas pastores en todo el mundo.
English Translation:
Ministry Connections between the PacNWC and Honduras
Honduras is the country where I always wanted to live; the country where I was born physically and spiritually. When I married my wife, Erin, a U.S. citizen, 15 years ago, we planned to live in Honduras. I had no intention of living in any other place.
I arrived in the U.S. when I was still attending seminary. My wife and I were planning to be in the U.S. for a short time, before returning to pastor in Honduras. I grew up helping my parents in church planting ministry, where I had both positive and difficult experiences, which marked my life and planted in me the desire to serve in the same way. It was wonderful to see how God sustained our family, even in the midst of suffering. Watching how God raised up and developed churches was an encouragement for me, personally.
When I left Honduras, almost 300 churches, with an affiliation to my parent’s ministry, had been planted. Consequently, my heart and mind was passionately focused on returning. However, God had a different plan for our lives. We would minister to the Spanish-speaking community in the Pacific Northwest. In spite of our new found passion for reaching our neighbors in Washington, our love for the ministry and leadership in Honduras did not fade.
Pastoring in a country like Honduras has many advantages, but also great challenges. A large percentage of the Honduran population profess a faith in God, but there are economic limitations, Honduras being one of the poorest countries of Latin America. This is why approximately 95% of pastors are bi-vocational, many living in extreme poverty by Honduran standards. Those who live in large cities often depend on public transportation, bicycle, or travel by foot. Pastors in rural or mountain regions face additional obstacles. They have little to no access to healthcare, and their lives are put at risk, facing danger as they travel by foot to share the gospel.
Friends and colleagues, who I had the opportunity to attend school with, have lost their lives, traveling to or from church functions. I had the opportunity spend time with one friend, whose name was, Rommel Róbelo, on a visit to La Estancia, Olancho, one of the most dangerous areas of Honduras. He shared with me how hard it was to pastor the churches that he ministered in, especially one in particular, where he would walk home, late at night, after the services. He shared that he would come across assassins as he traveled; individuals who do not value life or fear God. He expressed to me that he felt this would be the last visit we had together. That is what happened. Two weeks after I returned home, I was notified that he had been murdered on his way home from a church service.
I admire the courage and love for the Lord, and His ministry, that these servants demonstrate. Danger can be found anywhere, but it is more prevalent in these places. Aside from prayer, there is little the pastors can do, but we have comfort and peace knowing that, no matter what, God is with His children and in control of everything.
In Honduras, there are many ministry related needs, but there is one need that stands out as crucial. It is not easy for these pastors to receive a quality education due to lack of resources. Those who are able to attend school are presented with more obstacles than we can imagine. If they do finish school, there is no opportunity to continue furthering their education because of various difficulties. Traveling to attend a class with other pastors to strengthen relationships and knowledge is complicated by the expense involved.
Because of the lack of pastor training and support, it is difficult to reach and maintain pastoral, family, and church health, because the pastors are isolated, battling alone. I have immense love for my friends and brothers and sisters in Christ, and a desire to help in Honduras, as God allows. Going forward, we hope to connect resources that would provide stronger education, pastoral care, and, as a result, healthier ministries.
If God allows, our family will be traveling to Honduras, this summer, to visit different churches, and to encourage pastors in their spiritual walk and leadership. We give glory to God for the unity of the church, world-wide. It is wonderful to remember that the church, no matter the country, serves the same God, and we can lift up one another. We ask for prayer for those serving in ministry in Honduras. Additionally, we pray that God would help us to be sensitive to the needs of our ministry colleagues in Honduras and elsewhere.